Dr. Gustavo Beliz – Los desafíos de la cobotización – El hombre y la robótica

FUENTE: Medios del Conosur

El primer disco duro de la historia desarrollado en septiembre de 1956 por IBM tenía una capacidad de 5 Mega bytes. Es un volumen idéntico al que ocupan dos o tres fotos de una definición media, como las que sacamos con nuestros teléfonos. Aquella IBM 350, que 50 años después es una pieza de museo, pesaba una tonelada, medía 1,73 metros de alto y debía ser trasladada por grúas en aviones de carga.

En la actualidad, dispositivos no mucho más grandes que un grano de azúcar pueden almacenar y transmitir enormes cantidades de información, como lo muestran los avances de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, acerca de los “neurograins”, interfaces capaces de grabar la actividad a nivel neuronal o de enviar estímulos predeterminados al cerebro. La revolución tecnológica en marcha tomó un ritmo vertiginoso y cambiará la manera de relacionarnos, la política, la economía y nuestra sociedad en su conjunto. En especial para al mundo del trabajo, las nuevas tecnologías encarnan desafíos inéditos.

Hoy producimos la misma cantidad de datos en 2 días de lo que producimos en 2 mil años. Estos datos son puestos al servicio de algoritmos dinámicos, que a la vez los usan para generar nuevas formas de producción y comercio. Los datos son el nuevo petróleo y la materia prima de una economía digital que cada vez abarca más aspectos de nuestra vida en sociedad.

En 2017 se incorporaron 350.000 robots industriales al mercado global y ya hay 2 millones de robots operando en la industria y los servicios. Las proyecciones aseguran que entre 2018 y 2020 se venderán 400.000 robots solo en áreas de servicios como logística, defensa, medicina, entretenimiento o relaciones públicas.

Estamos entrando en una era de cobotización, de convivencia humanorobots en las fábricas y oficinas. Incluso en los hospitales con la incorporación de robots en el sector de la salud: en América Latina ya funcionan 100 unidades del robot quirúrgico Da Vinci, que permite mejorar el tiempo de recuperación del paciente y ganar precisión en cirugías de espacio reducido.

En el sector manufacturero, los 4 países que dominan la exportación de automóviles incrementaron su dotación de robots a un ritmo de 17% anual en los últimos 3 años. A pesar de eso, 2% subió el comercio de autopartes con sus 49 principales socios por cada 10% de aumento en la dotación de robots, según constatamos en nuestro libro Robotlución, donde convocamos a más de 40 expertos globales para repensar el futuro de la integración de América Latina en la era digital. Solo por el momento, el efecto del incremento de productividad se impone a los incentivos de relocalización. ¿Pero será la tecnología un factor adicional de fragmentación de nuestras sociedades? ¿O por el contrario servirá para construir puentes que sirvan para integrarnos?

Veamos también lo que ocurre en nuestro sector agrícola. Tanto el Mercosur como China subieron la producción 3,5% en promedio en la última década. Pero China lo hizo gracias a una mayor productividad y a la incorporación de tecnología, mientras que en el Mercosur fue más importante la incorporación de tierras y otros insumos. Enfrentamos el riesgo de perder la batalla tecnológica incluso en sectores clave de nuestra economía donde históricamente fuimos competitivos

La incorporación de máquinas capaces de generar pensamiento inteligente en nuestra cotidianidad plantea desafíos no solo para los servicios, la industria y el campo, sino también dilemas éticos. ¿Quién dotará de un marco de valores a esos algoritmos que realizan cirugías complejas, manejan autos de forma autónoma o ejecutan operaciones de compraventa en mercados bursátiles? La academia y la sociedad civil se involucraron en el debate. Existen al menos 5 manifiestos con más de 12.000 firmas de científicos y expertos mundiales advirtiendo los riesgos de las nuevas tecnologías (privacidad, seguridad nacional, transparencia, distribución de dividendos digitales) y sentando bases éticas para que la inteligencia artificial sea motor del desarrollo y no acentúe las desigualdades. La Carta Abierta del Instituto “Future of Life” fue firmada, entre otros, por Stephen Hawking, y propone promover estudios interdisciplinarios en IA porque su penetración social tendrá enormes impactos legales, económicos, sociales, filosóficos.

¿Cómo observamos desde la región los cambios que se avecinan? En esta primera etapa, los latinoamericanos sentimos miedo. Desde el Instituto para la Estamos entrando en una era de cobotización, de convivencia humano-robots en las fábricas y oficinas. Incluso en los hospitales con la incorporación de robots en el sector de la salud: en América Latina ya funcionan 100 unidades del robot quirúrgico Da Vinci, que permite mejorar el tiempo de recuperación del paciente y ganar precisión en cirugías de espacio reducido.

Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del BID, junto a Latinobarómetro, con más de 60.000 encuestas en 18 países de la región, hemos intentado hacer una radiografía de las expectativas de nuestros ciudadanos frente a la nueva disrupción tecnológica. Solo el 22% de los latinoamericanos está dispuesto a ser operado por un robot, 77% no viajaría en autos autónomos y apenas 10% comería carne artificial. Mientras que 25% cree que las nuevas tecnologías contribuirán a la generación de nuevos empleos. 

Varios países comenzaron a diseñar planes estratégicos para darle un marco a la introducción de nuevas tecnologías al desarrollo local. Japón, China, Estados Unidos, Singapur, Canadá, India, entre muchos otros, lanzaron estrategias nacionales de inteligencia artificial, fomentando el desarrollo de nuevas habilidades dirigidas a incrementar la productividad de sectores considerados clave, como el energético o las telecomunicaciones.

Todos ellos decidieron enfrentar la revolución tecnológica con una revolución educativa. A partir del fomento de un STEM de competencias duras (acrónimo en inglés de “ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas”) asociado a un STEM de habilidades blandas (“sociales, técnicas, ejecutivas y mentales”), donde las personas puedan desarrollar al máximo aquellas virtudes que nos diferencian de las máquinas, los valores morales y solidarios, la creatividad, la empatía y la superación a partir del trabajo en equipo. En definitiva, nuestra pasión.